A menudo los pequeños de la casa desean tener mascota. Las motivaciones de los niños suelen tener que ver con el ocio:
para ellos es divertido jugar con las mascotas, y desarrollar los
cuidados necesarios, les hace sentirse más mayores. Las peticiones de
los pequeños pueden ser muy variadas: desde pajaritos, pollitos,
tortugas, peces, conejos, hurones, gatos, perros y hasta caballos o
ponis.
Cada animal necesita un tipo de cuidado e implica una responsabilidad a
diferentes niveles. Estos son factores a tener en cuenta en la toma de
decisiones con respecto a si la familia adopta una mascota o no. En los
perros, por ejemplo, la raza marca si la mascota necesitará más o menos
tiempo de paseo y si demandará más o menos mimos y atenciones. Los animales también tienen su carácter.
A
menudo los papás se encuentran con el dilema de tener una mascota por
petición de su hijo. Es cierto que, aunque los pequeños puedan hacerse
cargo de parte del cuidado de la mascota, la mayor responsabilidad recae
en los adultos. Como todo en esta vida, tiene ventajas y desventajas. A los pequeños les suele resultar más fácil que a los adultos conectar con los animales.
Esto es debido a que los niños no han desarrollado plenamente la
comunicación verbal como sí lo han hecho ya los adultos. Los pequeños
utilizan más las sensaciones y las emociones para comunicarse, lo que
les hace más sensibles a lo que puede transmitir un animal.
Crecimiento personal
Cierto
nivel de responsabilidad en el cuidado de la mascota siempre es bueno
para el niño. El pequeño puede encargarse de cambiarle el agua a la
mascota y de darle de comer. Cuando el niño es más mayor y está entrando
en la adolescencia ya puede pasear al perro, por ejemplo. Para los pequeños de la casa estas tareas tienen una parte muy gratificante.Hay que tener en cuenta las características de cada mascota porque necesitan diferentes tipos de cuidados
La
presencia de mascotas en casa pone de manifiesto, además, un proceso
evolutivo. Este es: los papás cuidan del hijo, este cuidado lo va
interiorizando e integrando el pequeño y, poco a poco va aprendiendo a hacer sus cosas y a cuidar de sí mismo.
Lo que primero hacían los papás hacia él lo hace él para sí mismo. Por
ejemplo, cuando los niños son pequeños dependen en casi todo de sus
padres, son los padres los que le alimentan y el niño poco a poco va a
aprendiendo a comer solito. Con la higiene ocurre lo mismo: en un primer
momento evolutivo los padres se encargan de toda la higiene del pequeño
y a medida que va siendo mayor lo va haciendo él solo.
Pues
bien, cuando el niño tiene una mascota puede empezar a desplegar este
tipo de cuidados con ella y esto le hace sentirse mayor y orgulloso de
sí mismo, porque eso es lo que hacen sus papás con él. En un segundo
tiempo él lo hace consigo mismo y en el tercero lo hace con su mascota.
La baña, le da de comer, la cuida y juega con ella. Con lo que, a la hora de tomar la decisión de tener una mascota,
es importante que los papás sean realistas con respecto al esfuerzo que
va a suponer durante todo el año. Deben pararse a pensar qué parte de
la responsabilidad asumirán ellos y qué parte puede asumir el niño.
Compromiso y responsabilidad
El
nivel de compromiso del pequeño puede ser pactado con él. Y es
importante que este compromiso sea realista. Incluso pueden ponerse por
escrito, a modo de contrato, las tareas que realizará cada miembro de la
casa con la mascota. Los adultos siempre deben supervisar, valorar y
reconocer los esfuerzos que haga el pequeño por cumplir su parte y le
ayudarán en los momentos en los que le sea difícil. Es necesario tener
cierta flexibilidad con respecto a la ejecución de los pequeños en esta
tarea para que no se saturen y combinarlo con cierto nivel de exigencia y
respeto a la parte que le corresponde al niño. Cuando sea necesario, los padres deberán exigir que el niño cumpla la tarea con la que se ha comprometido.
Sin
embargo, no hay que perder de vista la parte difícil de tener mascota.
En más momentos de los que a cualquier familia le gustaría se hace
difícil y “pesada” la realización de algunas responsabilidades. En este
sentido, este es buen momento y espacio para aprender autocontrol y
enseñar el valor de la responsabilidad y el compromiso a los pequeños.
Siempre ajustado a su edad, claro está. Las vacaciones son otro tema delicado.
Las mascotas pequeñas, como los peces y los conejos, evidentemente
pueden quedarse en casa en el período vacacional. Pero las que implican
un mayor grado de interacción con las personas, como los perros, tienen
otras necesidades. Una separación del perro en vacaciones puede traer
consigo emociones negativas y evocar en el pequeño miedos a la
separación de los padres o incluso al abandono.
Si la familia,
de forma habitual, hace vida cotidiana en contacto con el perro, la
mejor opción es poder llevarlo de vacaciones. Si no es posible, será
bueno que entre todos busquen un lugar adecuado para dejar la mascota.
Los perros siempre prefieren estar con sus amos y separarse de ellos les
pone tristes. Los niños son muy sensibles a las emociones y
perciben fácilmente esta tristeza, con lo que es importante dedicar un
espacio y dar una explicación a esta separación. Planteando por ejemplo
que, al lugar donde van a ir de vacaciones no pueden llevar a la
mascota, pero que se va a quedar muy bien cuidada por tal persona y en
tal sitio (importante concretar), que toda la familia la va a echar de
menos y que a la vuelta volverán a estar todos juntos otra vez.
También
es importante tener en cuenta que las mascotas, por lo general, no
duran toda la vida. Es decir, en algún momento se ponen enfermas y se
mueren. Vivir esto para los pequeños es duro. Es importante dejar espacio emocional para tramitar el duelo por la pérdida.
Dejar espacio para que el pequeño exprese sus emociones y no negarle la
realidad. En estos momentos es muy importante una respuesta de apego
seguro por parte de los padres. Esto es, una respuesta sensible a la
necesidad del niño.
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